lunes, 25 de agosto de 2008

abandonos malabares

por daviccy

En una oficina perdida del piso siete y medio de la biblioteca de Borges hay un hombrecillo taciturno y con bigote. La piel va ganando terreno al pelo de la parte superior de su cabeza. Sus dos misiones en la vida: evitar que desaparezca del todo lo que algún día fue la melena más envidiada del barrio , y encontrar el número finito y racional de pensamientos que un varón de peso medio puede desarrollar en un cerebro de peso medio a lo largo de su vida. Sus brazos caen desde el cuello hasta el suelo para volverse a levantar en el esfuerzo de colocar un fichero de la estantería.

Mientras los lobbys de la comunicación afilan sus colmillos para poder hacerse con ese número, los seres humanos siguen poniendo a prueba la forma de dibujar sus pensamientos de formas distintas. Es lo que se llama expresar. En notas, en palabras, en fórmulas o en colores.

Y podría seguir dándole vueltas y vueltas, y giros retóricos de sorprendente resultado, estético o conceptual, pero todo el tiempo sería lo mismo.

Me duele dejarte.
Me gusta dejarte.
Me duele decirlo.
Siento placer al decirlo.
No se si realmente importa.
Creo que importa demasiado como para no contarlo.

Puede que simplemente esté tecleando para tí.
Seguramente estoy tecleando sólo para mí.

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