viernes, 14 de septiembre de 2007

flujo sináptico ininterrumpido


Bienvenido a la casa del mercader de los pecados, donde Humphrey pasó la noche, borracho como és habitual. Esta es la secuela de otro día de 23 horas largas y rocosas, gracias a mi amiga miss cafeina. No encontraba el momento de decirlo: por fin se murio el árbol de al lado del instituto, enfrente del bar de las tapas de macarrones con muy muy buena pinta, en el que ponían soda rebajando la pepsicola. Tenía vistas a las chabolas de los gitanos que se convirtieron después en un parque no temático... y a la vía del tren. Del camino salía a veces una vieja, rodeada de decenas de gatos. Tenía una sonrisa afable y un ojo de cristal. Siempre llevaba puestas sus zapatillas y un mandilón con un bolsillo, cargado de sobras de comida. A veces metía una moneda en el pinball, y se decepcionaba al no encontrar la tecla de avance. Ahora vive en una mansión victoriana y es tremendamente rica. Ya no salen gatos de detrás del instituto, los jardineros que cuidan el parque se los han llevado a sus casas.

No hay comentarios: